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Desde Palermo

El mar seguía ahí

 

En medio de la incertidumbre, la cronista mantiene un hábito que la hace sentir segura: escribe su rutina. Esta nota relata el momento en que la isla de Sicilia permitió las salidas, después de más de 40 días.

Por María Paula Culasso

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Mis días en Palermo, Sicilia, arrancan a la 1, 1:30. No porque me despierte a esa hora de la madrugada, aunque tampoco se apartaría de “la normalidad” en “la locura”.

 

En una aplicación del teléfono, anoto las tareas del día. Muestro la de hoy, sábado 18 de abril:

 

  • Comprar frutas y papas.

  • Ir al super.

  • Depilarme.

  • Poner lavarropas.                         x

  • Terminar trabajo de ayer.

  • Leer Bolaño.

  • Limpiar cocina.

  • Hacer budín de papas.

 

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No pensaba escribir esta crónica pero, a esta altura, ya cumplí con la cuarta tarea.

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No sé si otras personas hacen listas. A mí me genera una sensación parecida a tener los pies en la tierra.

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Corroboro la alarma a las 9:30. Me duermo, nunca renegué. Tampoco ahora.

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María Paula Culasso

 

Licenciada en Comunicación Social (UNC), egresada en 2013.

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Vive en Palermo (Sicilia) desde principios de septiembre de 2019.

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Fue a Sicilia a tramitar la ciudadanía italiana y se quedó 

a vivir. 

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Palermo desde las alturas, se alcanza a ver el mar.

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El domingo de caminata. 

Me despierto, saco el modo avión, leo mensajes de WhatsApp (puede que algo conteste), entro a Instagram, me levanto, abro la ventana de la habitación, la del baño y la puerta de la cocina para que circule el aire, preparo el mate. Entonces cobra protagonismo el segundo integrante del inmueble: Yo Utube, You Tube (claramente el show es pasado), Youtu Be o todo junto. Hago ejercicios durante diez minutos para estirar el cuerpo. Supongo que los sonidos que siento exponen mi sensación de bienestar.

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Si me sobra tiempo, hago portugués en el Duolingo. Como mínimo cumplo con las metas diarias.  Después trabajo, por suerte, de lunes a viernes. Escucho y veo medios cordobeses. No los que elegiría para informarme sino los que más rating tienen.

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Me siento afortunada de tener trabajo en pleno aislamiento. No obstante, escuchar cinco medios diferentes por día que hablan de lo mismo, es insalubre.

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A las 15:30, a veces antes, a veces después, almuerzo.

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Después viene una de las mejores partes. Pongo una colchoneta en el piso, abro la otra ventana y me acuesto a sentir el sol en mi cara. Creo que me duermo, los pensamientos se van a “lo irreal” (o a lo más real).

Regreso a la hora, día, mes, año, lugar en el mundo después de 30 minutos. Algunas tardes salgo a comprar lo indispensable: agua, comida, tabaco, cervezas. Más tarde leo o veo Netflix (o ambas), me comunico con mi familia, con algún ex (porque ya todos lo son).

Agarro el celular y armo la lista que me hace sentir estructurada. Lo que aprecio ahora es que es más fácil, cómodo, fluido escribir sobre la incertidumbre desde la estructura y no al revés, como presiona e insiste la cuarentena. 

 

Primera salida 

Lunes 20 de abril, madrugada.

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Ayer no fue un domingo común, después de cinco en aislamiento. Sicilia entró en una nueva etapa. El gobernador, Nello Musumeci, sorprendió con nuevas medidas, entre ellas, podemos salir de la casa para correr o caminar.

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De camino al Foro Itálico, una especie de costanera, vi al menos cinco autos de la Policía.

 

Vestía ropa deportiva y llevaba una botella de agua, para que interpretaran sólo al verme, cuál era el motivo de mi salida. No quiero que se me acerque la fuerza pública, en mí está el preconcepto de la policía de Córdoba.

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Vi el mar después de 41 días.

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Un domingo en el que se levantó la cuarentena.

Corrí veinte minutos y cambié de itinerario; había demasiadas personas como para mantener la distancia. En mi nuevo camino crucé a cinco carabinieri (policías). Cuando decidí volver al trayecto anterior, fue tarde. Me interrumpieron, me preguntaron si vivía cerca, dónde específicamente. Luego comenzaron a interrogar a un hombre, discutían con los típicos ademanes sicilianos. Aproveché la distracción y me fui.

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Corrí sólo un poco más, después caminé hasta mi departamento. Otra vez, varios patrulleros presentes.

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Ahora me duelen las piernas (para qué imaginarme mañana o pasado), pero el humor es otro.

Estamos en otra etapa, es real. La Sicilia, por estar en el sur de Italia y ser una isla, tiene las condiciones geográficas para retornar antes al ritmo habitual. No va a ser como era, como sucederá mundialmente, estimo. Sólo deseo que sea un movimiento suficiente que me permita volver a Córdoba. Cuanto antes.

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Después de haberme ido a principios de septiembre, conocer amigas y amigos que me hicieron experimentar un nuevo viaje de egresados, haber logrado ser italiana, quiero volver. No sé si regresar para siempre, pero en más de siete meses, pasaron cosas. Los abrazos pendientes ya tienen una inercia difícil de contener.

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Me voy a dormir con mi estructura, también con la sensación de que los tiempos se van acortando.

23 DE ABRIL DE 2020

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