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Desde Oslo

La célebre estabilidad escandinava, en jaque

 

La veloz propagación de la pandemia fue un “baldazo de agua fría” para un país desacostumbrado a los cambios drásticos. Pero la población se adaptó rápido; aunque está permitido salir, la gente casi no se mueve de su casa. Una “cultura del bienestar colectivo” es la clave de la cautela.

Por Leandro Rossano Sukich

Nos tomó por sorpresa. Prácticamente nadie en el norte de Europa pudo dimensionar la rapidez con la que se propagaría el COVID-19 y su posterior impacto. Parecía una cosa lejana. Como una enfermedad tropical, esas de las que aquí nos creemos siempre a salvo. Pero no. La noticia nos cayó como un balde de agua fría, tanto a los extranjeros residentes (mi caso) como a la sociedad en general. De golpe, las medidas, la incertidumbre y el temido impacto económico. Nuestra virtual estabilidad escandinava, empapada y goteando.

Aquellos que estamos relacionados con la industria del turismo fuimos los primeros en sentir las consecuencias. Como es sabido, Europa está cada día más interconectada por lo cual las primeras semanas del mes de marzo fueron muy complicadas en lo concerniente al desplazamiento de personas. De repente cada país comenzaba, unilateralmente, a tomar medidas sanitarias y de cierre de fronteras, con poca coordinación con el resto. La información muchas veces era ambigua, lo que generó muchísimo estrés en todo el continente. Turistas varados, pasajeros confundidos, reprogramaciones y cancelaciones.

Aún hoy no se conoce con exactitud cómo funcionará el tráfico aéreo dentro del espacio Schengen (conjunto de países europeos con supresión de controles en fronteras interiores para la circulación de personas) en las próximas semanas. Ni hablar a nivel mundial. Las fronteras de la región siguen prácticamente cerradas y todavía hay muchas preguntas en el mundo de la aviación y del turismo sobre el futuro. Las fronteras nacionales permanecen abiertas únicamente para residentes que estaban en el extranjero y que deban ser repatriados.

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Leandro Rossano Sukich

 

Licenciado en Comunicación Social (UNC), egresado en 2011.

Vive en Noruega desde 2013.

Es tripulante de cabina y se dedica desde hace varios años al turismo.

Además, es colaborador de Latinamerikansk Forening, de la Universidad de Oslo.

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Frogner Park, en Oslo. No rige prohibición para salir, pero los parques están vacíos.

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Ópera de Oslo.

Los eventos culturales, cancelados.

En Noruega las medidas para hacer frente a la enfermedad fueron tomadas por el gobierno nacional alrededor del 12 de marzo, tras el comunicado de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que elevaba la situación a nivel de pandemia. Ese fue el día D, el inicio de la lucha que se libra con el aislamiento. Se ordenó el cierre de escuelas, la prohibición de reuniones y eventos sociales, y el cese de ciertas actividades comerciales como gimnasios, salones de peluquería y restaurantes.

Esa tarde, tras los anuncios, algún que otro vecino perdió el control en el supermercado, pero enseguida prevaleció la calma nuevamente. Fui testigo de algunos episodios de personas acaparando alimentos y medicinas pero a los pocos días todo volvió a la normalidad. Se desaconsejó el uso del transporte público y, en el caso de los autobuses, se colocaron inmediatamente fajas de seguridad para evitar que los pasajeros se acerquen al chofer y así resguardarlo de un posible contagio.

En general las medidas fueron bien recibidas por la población y han mostrado efectividad. Noruega es el país de Escandinavia con menos muertes a causa del virus (205 víctimas fatales al 27 de abril). A las acertadas disposiciones del gobierno se sumaron la responsabilidad y el compromiso de la ciudadanía que supo comprender la gravedad de la situación. Incluso está permitido salir a la calle y a espacios públicos en grupos que no excedan las cinco personas. Sin embargo, la gente sale lo mínimo indispensable y sólo para abastecerse. Algunos pocos se atreven a salir para distenderse y hacer ejercicio. Se vive sin pánico y sin barbijos, pero con mucha cautela.

Dugnad, la clave para la idiosincrasia nórdica

Dugnad es una palabra noruega que no tiene traducción en las lenguas latinas y que se usa mucho en estos tiempos. De hecho, es la primera vez que la escucho a diario; en cada conversación de aquellos que confían en que todo saldrá bien. Dugnad significa algo así como una acción conjunta de los distintos miembros de la sociedad para la consecución del bien común. En esos términos fue entendida la medida de aislamiento social en Noruega.

 

La sociedad comprendió rápidamente el sentido de la emergencia y la importancia de las medidas impuestas por el gobierno. Desde entonces estamos todos haciendo un sacrificio con la esperanza de que podamos evitar la saturación de la infraestructura sanitaria y salvar vidas.

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La ciudad de Bergen, en la costa noruega, totalmente desierta.

A las recomendaciones oficiales se sumaron iniciativas de empresas privadas que han adaptado sus servicios y procedimientos operativos, buscando preservar la higiene y evitar el contagio de la COVID-19. Uno de los ejemplos más claros son los supermercados. Las diversas ONG que existen en el país también han contribuido a contener e informar a la gente. Muchas se han dedicado a difundir información en distintos idiomas para que cada residente entienda los lineamientos a seguir, sin importar su origen, cultura o lengua. Reflejo de una sociedad próspera y moderna, Noruega es un país multicultural en el que vivimos más de 700.000 inmigrantes. De ahí que sea fundamental que los extranjeros no nos encontremos con barreras al momento de recibir e interpretar la información. También las start-ups tecnológicas han creado aplicaciones de teléfono para fomentar la solidaridad y la asistencia a vecinos que viven solos y necesitan ayuda en diversas tareas. Nuevas formas de mantener el tejido social fuerte frente a la pérdida de contacto humano. 

La situación de incertidumbre que de repente comenzamos a vivir ha sido extrema y difícil de procesar. Todos hemos visto nuestros proyectos personales y laborales dramáticamente afectados. Pero en mi caso, observando a los locales conseguí cierta calma. Algo que creo a los argentinos nos cuesta mantener. Los noruegos tienen un sentido muy arraigado del bien común y la dignidad humana que se refleja también en tiempos de pandemia. Poseen una cultura que persigue el bienestar colectivo, el cual logran mediante el planeamiento, la educación temprana de la población y la integración de todos los residentes. Esa aparente unidad me reconforta y tranquiliza.

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Pero el día a día es duro; estamos todos sufriendo la falta de contacto social y la pérdida de la libertad. Toda interacción se ha reducido a pantallas y dispositivos móviles. Hoy quedan a la misma distancia los amigos de Córdoba que los de Oslo. Aunque, a decir verdad, extrañamente en estos tiempos difíciles son las amistades cordobesas las que se sienten más cercanas que nunca.

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Pocos pasajeros en el aeropuerto de Bergen, Noruega.

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Prohibido acercarse al chofer. Para comprar boletos de autobús, solo mediante teléfonos celulares.

Temor a la profundización de las brechas

El impacto económico de la COVID-19 ha sumido a Europa en la incertidumbre y la preocupación. Y en el caso de algunos países, como Italia, fue un “llovido sobre mojado”. Muchos temen que la crisis termine profundizando las brechas existentes entre los países del norte y los países del sur (altamente endeudados) al interior de la Unión Europea (UE).

Noruega es miembro de la Asociación Europea de Libre Comercio (ALEC) pero no forma parte de la UE. Sin embargo, la situación también es compleja en el país nórdico. El número de personas cobrando el seguro de desempleo es el más alto alguna vez registrado. Según las estadísticas, en el país hoy hay más personas desempleadas que al término de la segunda Guerra Mundial. Los sectores que registran mayores niveles de desempleo son los de hotelería, gastronomía, turismo y ocio. La preocupación sobre la economía es creciente, nadie se anima a arriesgar un pronóstico y menos aún a ponerle fecha de caducidad a la pandemia.

27 DE ABRIL DE 2020

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